lunes, 11 de junio de 2012

Conociendo Europa

Estoy agotada. Después de varios días de trote necesito descansar. Pero empezaré a contar poco a poco, que no quiero aburriros.
Mi viaje empezó, como ya he publicado anteriormente, en París. Estos dos días en la capital francesa fueron maravillosos, sin duda gracias a la compañía de dos buenos amigos, de buenas conversaciones, clases de salsa, desperados y paseos para recordar.
Pero mi verdadero viaje no empezó hasta que no me subí a un avión en Orly dirección Austria, exactamente Viena. Allí me esperaba mi compañero de viajes favorito, con el que ya van unas cuantas capitales europeas. Había reservado un apartamento un pelín apartado del centro (debido a los precios), por lo que cogimos el metro y nos fuimos para allá. Un señor muy amable (tanto que me hizo desconfiar) nos enseñó el piso, sin duda maravilloso y el sueño de cualquier joven. Nos fuimos a comprar la cena y algo para el día siguiente, ya que el 7 de junio en Viena era festivo y a dormir, nos espera al día siguiente caminar y caminar.
Empezamos nuestro día visitando la catedral de St. Stephen, en pleno centro de la ciudad. Paseamos viendo otros edificios impresionantes de cuyos nombres no me acuerdo (ese es el problema de viajar con alguien que conoce la ciudad y que te va guiando sin tu tener la necesidad de coger un mapa). Zona de los museos y nos fuimos al Palacio de Schönbrunn. Los jardines son maravillosos y aunque no entramos al palacio, verlo desde fuera merece la pena. Comparable según algunos con Versailles (foto a la derecha).
Ya por la tarde noche estuvimos paseando por la zona del río, donde se pueden encontrar terracitas con arena que simulan playas, muy originales. Acabamos el día donde lo empezamos y de vuelta al hotel.
Al día siguiente era día 8 DE JUNIO, mi cumpleañooooos. No me lo podía creer, que cumpliera años en Viena y acabase el día en Budapest. Antes de ir a la estación de buses, estuvimos por la zona de tiendas y comimos en un restaurante japonés con una amiga de Lino de México. 
Tres horas y autobús y llegamos a la capital húngara. He de admitir que la primera impresión fue catastrófica y la idea de subir corriendo en el bus y volver a Austria rondaba nuestras cabezas. Nadie hablaba inglés en la estación, preguntamos como pudimos cómo llegar al hotel y nos indicaron un número de tranvía, el número de paradas y dónde cogerlo (pero se olvidaron de decirnos la dirección). Cambiamos 20 euros por florines y salimos en busca del tranvía (sobra decir que tampoco teníamos ni la menor idea de dónde comprar los billetes, ni dónde validarlos, ni nada de nada). En un intento desesperado de entender algo, nos dirigimos a un grupo de 4 guardas del metro y tras un "Do you speak English?", tres de ellos señalaron al susodicho que nos ayudaría. Cogimos el tranvía y, por fin, después de preguntar unas cuantas veces más, encontramos el hotel: Hungarian Guest House. Por fuera un poco lúgubre, pero por dentro una casita de campo muy cuca con todo lo necesario para pasar una cómoda estancia. 
Como nuestra idea de Budapest no era demasiado buena, decidimos coger el metro y ver algo antes de irnos a dormir, queríamos quitarnos ese mal sabor de boca. Hay dos cosas por las que se conoce a Budapest: el Parlamento y el Puente de las Cadenas. El metro nos llevó al primero... IMPRESIONANTE. Entendimos nada más salir a la calle el porqué dicen que es el edificio más bonito de Europa. Caminamos al lado del Danubio (Duna en húngaro), maravillados por el Parlamento y por la otra orilla del río, la antigua ciudad de Buda (nosotros nos encontrábamos en Pest), donde se podía apreciar entre las casas el Buda Royal Palace o la Mathias Church. Seguimos al lado del río y nos encontramos una cosa muy curiosa. Una obra de arte representada con zapatos al lado de la orilla del río, luego en el hotel descubrimos que se trata de una escultura en conmemoración a los judíos muertos en Budapest durante la Segunda Guerra Mundial (los ponían en la orilla del Danubio, les mandaban quitarse los zapatos (ya que era algo caro), les disparaban y caían así a las aguas). Cruzamos a Buda a través del Puente de las Cadenas y cenamos pasta en un restaurante italiano con vistas (mínimas) al Parlamento. Metro y vuelta al hotel.
Me desperté con muchísimas ganas de seguir descubriendo la ciudad, la noche anterior me había quedado con la miel en los labios. Desayunamos rápido, metro y salimos en la zona de Buda para sacar fotos al Parlamento.
Gran parte de la mañana la dedicamos a ver esta zona de la ciudad, la rica. Subimos al Palacio para ver las maravillosas vistas del Danubio. A pesar del calor sofocante y la cantidad enorme de turistas, me pareció excepcional, precioso, mágico.
De aquí a ver la Iglesia de Mathias y sus alrededores. También hay un funicular para subir aquí, pero no lo cogimos. 
Bajamos y atravesamos el río, buscábamos algo que habíamos vista la noche anterior en el hotel en Españoles por el Mundo en Budapest: la Princesita. Lino afirmaba ya haberla visto el día anterior, pero el mapa decía lo contrario. Encontramos la escultura sentada a las orillas del Danubio y a varios turistas a su alrededor congelando imágenes en sus cámaras. Nos sentamos a descansar a la sombra en un parquecillo justo al lado hasta que el hambre empezó a aparecer. Seguimos nuestra ruta y comimos en un restaurante con vistas a la iglesia de Szent István, de allí a la Ópera (que no es gran cosa, la verdad) y al barrio judío para ver la Sinagoga más grande de Europa.
Ya nos tocaba descansar, habíamos caminado suficiente, nos merecíamos un balneario, y estábamos en la ciudad adecuada para ello. Parece ser que en Budapest si haces un agujero en el suelo ya puedes abrir un balneario con aguas termales. Escogimos el Guellért Bath por recomendación de un amigo, y tengo que admitir que lo pasamos genial, sobre todo en la piscina de olas... aunque en lo referente a las aguas termales y esas cosas, no tenía mucho que envidiar a Ourense. Nuestro día se había acabado.
El domingo, después del check-out de la habitación, fuimos a dar un paseo por el City Park, simplemente por descansar, sin ánimo de visitar mucho más. Vimos la plaza de los Héroes, comimos enfrente de un laguito y a coger el tren dirección Linz. Cinco horas, por lo menos teníamos asientos por haber llegado con tiempo... que hubo quien tuvo que ir sentado en el suelo.
Gran viaje, grandes ciudades, grandes experiencias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario