domingo, 20 de febrero de 2011
York
Me desperté temprano, es decir, a las 7 menos cuarto. Me vestí, desayuné acompañada de mi compi, cogí mi mochila y salí a la calle. Glasgow me dió los buenos días con un soplido de aire frío que invadió mi cuerpo, sin embargo, yo era feliz. Caminé sonriendo por la calle desierta hasta llegar a la estación de trenes donde esperé a ver de que andén partía el tren hacia Edimburg (pronunciación "Edimbra"). Cuando apareció un pantalla, entré en el tren y salimos dirección a la capital escocesa. El viaje transcurrió sin incedentes, durmiéndome de vez en cuando. Llegué, salí del tren corriendo (sabía que tenía 10 minutos para cambiarme de tren), encontre el otro y me metí sin pensar. Dos horas y media de paisajes verdes y mar hasta llegar a York, donde Loli me esperaba con una gran sonrisa.
Pasamos la mañana visitando York: la catedral de Minster, unos jardines al lado, unas callejuelas empedradas con bares típicos ingleses, otros jardines llenos de ardillas preciosas... y luego nos fuimos a comer con los tios y primos de Loli. Por la tarde tomamos unos cafés en Starbucks y nos pusimos a hablar en y de idiomas (gallego, español, inglés, francés, italiano, chino, polaco...).
Salimos tarde del café (tarde para ser Inglaterra) y ya estaba todo cerrado para poder comprar la cena. Por lo que volvimos a la residencia de Loli, cogimos embutido de su nevera y comimos todos en una habitación de hotel.
Hace menos de media hora que hemos vuelto a la habitación y ahora esperamos a que salga un chico de la ducha y podernos meter nosotras!
Mañana más York!
sábado, 12 de febrero de 2011
Billetes impresos
lunes, 7 de febrero de 2011
Soñando un poco
¿Qué sentido tiene una ciudad si no te sientes identificada con ella? Viajar consiste en conocer, experimentar, soñar, ver sitios nuevos, escapar de tu rutina diaria…
A ella le encantaba esa sensación. Sentirse libre durante un tiempo, sentirse que ella misma estaba lejos de allí y no podía influir en su viaje. Ana se sentó en el cálido césped y la observó. La miró cuidadosamente, como se mira algo frágil que tienes entre las manos y temes que se resbale entre tus dedos. Pero aquello era diferente. No se rompería con un simple chasquido de dedos. Era majestuoso, una estructura de hierro cubierta de pintura que renovaban cada siete años. Hacían falta un total de sesenta toneladas de pintura para cubrirla, además de
Sus párpados se abrieron lentamente y se descubrió a ella misma soñando despierta, como hacía muy a menudo. Se levantó de la cama y se acercó al espejo. Allí vio a una mujer preciosa, morena de ojos castaños, se acercaba a los 48 pero su vida le había regalado tantas cosas bonitas que no pudo menos que sonreír. Sonreírse a sí misma por ser feliz.
París te está esperando.